miércoles, 10 de octubre de 2012

EL TEOREMA DE PALITO (En homenaje a José Miguel Martínez) ALMA NEGRA



No hacia mucho que nos habían trasladado desde la Penitenciaria a la Cárcel Publica. Fue un traslado abrupto. Nuestro grupo estaba trabajando uno de los tantos proyectos de fuga que consecutivamente llenaban nuestros días y esta vez íbamos extraordinariamente bien, cuando posiblemente por algún sapeo al voleo, por algún indicio, por alguna razón desconocida hasta hoy, un  día cualquiera nos llamaron con la típica formula de los penales: fulano, zutano y mengano deben presentarse en la cuarta reja con todas sus pertenencias. Atrás quedaba el túnel en que había estado trabajando día y noche Mena, Carloto y Carlos Bruit, muy sellado y solamente descubierto años después.  Así que de sopetón llegamos a la Cárcel Publica encontrándonos inesperadamente en la calle a donde habían recluido a los compañeros del FPMR que habían participado del atentado al tirano. ¡Mala movida de Gendarmería! Nosotros ya éramos parte del inventario de las cárceles, con experiencia y varias luchas como presos en el cuerpo, sin mucho respeto por el orden que ellos trataban de imponer, insolentes y arrogantes a los ojos de los viejos y nuevos gendarmes que no podían explicarse muy bien de donde sacábamos fuerzas, organización y capacidades para relativizar cualquiera medida que ellos trataban de imponer. Y claro, contagiamos de inmediato al grupo de rodriguistas que, por ser pajaritos nuevos en la cárcel, aun respondían a las ordenes de los gendarmes vía silbato, a las cuentas, a los reglamentos que ordenaban hasta como debíamos estar vestidos.      Los desordenados del curso enseñándoles a los mateos y disciplinados rodriguistas como violar cada una de sus ordenes y salir indemnes, al punto que seguramente algún capitán o suboficial mayor debió ser sancionado por tan brillante idea de juntar a los mas experimentados presos políticos que ya habían vivido huelgas de hambre, huelgas secas, fugas, motines, apaleos, tomas de recintos de visita, con estos rodriguistas que llegaban “cruditos” a la cárcel.
Se les fue de las mano el control de los presos políticos en la cárcel y en la misma medida que afuera avanzaba el movimiento de masas en sus luchas por derrocar a la dictadura, adentro ganábamos metro a metro espacios para mejorar nuestras condiciones de vida.
Creo que sobrepasábamos ya los cien presos políticos agrupados en diversas calles remodeladas y exclusivas para nosotros.  Los mas antiguos, presos miristas y algunos mandos del FPMR autónomo nos concentramos en la Galería 10, mientras las otras calles la 5, 6 y 9 eran ocupadas por el PC, Lautaro, MIR R, autónomos y descolgados respectivamente.
               
Y en una de esas apareció Palito por nuestras vidas. Los “manolos” –como les llamábamos nosotros, habían conformado una carreta al fondo de la galería 10, en el primer piso, que encubría – para varias-  un nuevo túnel que empezaba a ser trabajado. Ahí se juntaba y compartían alimentos los del mando de los autónomos: Robocop, el Rucio, Víctor Díaz y otros  rodriguistas como Poquita Luz, el Pepe, Carlos García, Claudio Araya, Cayuya, el Huaso Colina entre otros  y de vez en cuando nos dejábamos caer con Coyete Marchanta conversar, conspirar o simplemente para platicar la amistad. Asi fuimos conociendo a los “nuevos” rodriguistas que iban ingresando a la cárcel, Narvona, Juanito Ordenes, Richard Ledesma, Rodrigo Morales, Esqueletor, y un estudiante  inquieto, agujón, irreverente y un tanto atolondrado: José Miguel Martínez.
No tengo idea porque ni como hicimos migas desde el principio. Quizás porque en esa época estábamos estudiando Calculo junto a Coyote y Claudio Araya y el era un apasionado por las matemáticas. Quizás porque mi celda estaba adornada profusamente por cuadros y pinturas de maestros como Delacroix, Rembrandt, Picasso, van Gogh, Miro, Cezanne y el era un adicto al dibujo y al comic.
La cosa fue que nos hicimos amigos y pasaba a visitarme a la celda cada día. ¿Por qué te dicen Palito? Le pregunté un día muy car`e palo, sabiendo de antemano la respuesta. Se cago de la risa y fue muy sincero: Es sola una parte del sobrenombre  compañero, respondió: en verdad me dicen palito en el poto….porque parece que los molesto mucho.
Era en cierta medida verdad: preguntón, agujón,  irreverente.  No le importaba mucho respetar formalismos – y vaya que los rodriguistas tenían mucho- ni menos leyendas o autoridades burocráticas o verticalistas. Simplemente hacia lo que estimaba correcto, justo y convenien0te con lo que aparecía como arrogante, atolondrado.  
En su celda dibujó al Comandante José M iguel en la pared y tomando una pierna de un pantalón y un zapato viejo, los rellenó y pegó a la pared de modo tal que parecía que estaba saliendo desde la pared. Impulsivo, durante un tiempo comenzó a hacer practicas de karate no importando quien le observara.
Fue en esa época en que un día se me ocurrió salir a lo que llamábamos calle “Ahumada” y pintar los murales bajo los cuales muchos presos y visitas se retraban de manera posterior. Era “mi volada” durante varios días en la que me acompañaban otros compañeros tocando guitarra, mateando,  mientras yo trazaba, rellenaba, delineaba, fundía colores, rostros, situaciones, consignas. Entonces apareció Palito con sus brochas y pinceles y se tomó los muros de enfrente haciendo sus dibujos.
Fue algo jocoso, divertido, propio de ese mundo especial de la cárcel donde se cruzaban ideologías, culturas, formas de ver la vida. Y escribo esto porque al día siguiente, prácticamente había un escándalo bajo los dibujos de Palito, con un compañero de mucha edad del Partido Comunista, campesino, protestando por el dibujo que había realizado Palito: “! Como se le ocurre al compañero dibujar combatientes con cara, pico y patas de gallinas y mas encima volando!”  “Este dibujo representa a los luchadores sociales como gallinas, pobre aves” –decía el compañero. Y es que Palito era un muy buen dibujante de comics y había pintado combatientes de un futuro imaginado, seres espaciales quizás de civilizaciones explotadas  de otros mundos, quizás seres producidos por manipulación genética para resolver la mano de obra barata que necesita el capitalismo. Pero era eso: un combatiente del futuro, concebido por su imaginación lo que molestaba, lo que lo convertía nuevamente en “palito en el poto”.

Los días y los meses pasan raudos. Palito recobra su libertad y en el penal enfrentamos la tremenda división que generó el proyectos de Leyes Cumplidos. En medio de ello la fuga exitosa organizada por el PC desde la Galería 6 a la que alcanzan a sumarse compañeros del FPMR autónomo y del MIR una vez que se fugara el grupo central del PC y del FPMR del PC involucrados en su construcción. Meses más tarde, la fuga o rescate protagonizada por militantes del Lautaro, la delación del lugar donde se refugia Antoniolleti y su asesinato, más tarde la Huelga Larga que protagonizamos los miristas y FPMR autónomo oponiéndonos a las Leyes Cumplido.

No recuerdo muy bien, pero debe haber sido alrededor del día 40 de esa huelga, en que regresó como visita José Miguel Martínez para convencerme que me bajara de ella, que el frente se había reestructurado, que estaba operando y personalmente me pedía que no me sacrificara, que no arriesgáramos nuestras vidas. Fue una conversación emotiva, de compañeros, en la que le aseguré que llegaríamos hasta donde el colectivo y la dirección de la huelga decidieran.  Se fue molesto y ya no supimos de él hasta que fue nuevamente encarcelado y volvimos a conversar, esta vez a través de las famosas calugas de papel muy doblado que eran la forma de comunicarnos entre presos de distintos penales.

Lo habían enviado a la Penitenciaria donde se estaban agrupando a los presos caídos bajo “democracia”.  Fue Palito quien me solicitó que le escribiera respecto a como comportarse frente a los presos comunes, pidiéndome una descripción de cómo eran ellos, que podían hacer, como comportarse. Y fue asi como nació mi primer libro: Haceldama- Campo de Sangre que retrata la vida en Penitenciaria, las costumbres, usos, leyendas, mitos, organización de los presos comunes y sus luchas internas, novela en la que inserté el intento de fuga realizado por presos del MIR que culminó con la muerte de Victor Zuñiga Arellano.

Luego salí en libertad y poco tiempo después me llamó Palito para que fuera a verlo. Fue una visita rara en que insistía una y otra vez en que le relatara detalles mas íntimos del intento de fuga del grupo de mirista relatado en el libro. No sabia, no podía saber que ellos estaban preparando el intento de fuga en la que Palito y otros compañeros  encontrarían la muerte. Solo al final de la visita me abrazo fuertemente, casi diciéndome en ese abrazo que era posible que ya no nos viéramos más.

En un día como hoy, se realizó  la operación “Victor Zuñiga se libera” como la habían bautizado. Pedro Ortiz Montenegro, el único que portaba un arma de bajo calibre, había asumido la responsabilidad de cubrir la huida de sus compañeros. Fue el primero en caer herido bajo las balas de Gendarmería. Su Hermano Patricio regresó para ayudarlo, siendo también herido y dado por muerto. Mauricio Gómez Lira y José Miguel Martínez Alvarado, ya heridos, corrieron a ocultarse en el antejardín de una casa, donde fueron alcanzados y brutalmente rematados en el suelo. Solo Pablo Muñoz y Patricio Ortiz son capturados, en tanto que Francisco Díaz Trujillo (asesinado después en 1996 por Carabineros en la Comuna de El Bosque), Manuel  Venegas  y Luis Moreno pudieron romper el cerco policial y escapar.

El cielo de octubre se había oscurecido con la sangre de Pedro, José Miguel y Mauricio. Fiel a su teorema de que en la lucha había que dar no solo un momento, sino que todos los momentos, José Miguel Martínez nos dejo para entrar en la historia convertido en ejemplo.

Comparto con ustedes este poema dedicado a José Miguel Martínez, escrito en ocasión de conmemorarse un año de su muerte y leído en el programa "Entre Barrancas y Caminos" de la radio popular Cerro Navia.


Dijiste: ¡Ya no más!
ni media, ni una hora más.
Que no dabas la vida en un instante
sino que toda la vida, constante.

Y luego solo vimos
aves carroñeras ensuciando tu aire,
un trozo de muro acribillado,
un torso,
una brizna de hierba que acudió a tu agonía.

No saben los cancerberos
que al destruir tu corazón
una catedral de luz destruyeron.

Grande - como tus anhelos.
Intensa - como tu vida terrena y de combate.

Y a nosotros nos asalta
desde ayer tu sonrisa de hombre-niño
de Palito cotidiano y nuestro
de mago matemático para quien
la vida fue el punto centro
y en la ecuación, el seno fue siempre Pueblo.

Ay José Miguel Martínez rodriguista
dibujante apresurado de la vida
trazador de sólida
clara y nítida línea.

Ay amigo hermano, déjame contarte
que desde los muros inconclusos que pintaste
siguen saliendo rodrigos y tamaras
y zapatos libres y cuadernos repletos
de colores, matices y sueños.

Déjame contarte en esta hora homenaje
que están presentes todos los colores
que tanto amaste
Vienen
Venimos
a tu luz y no a tu sombra
los verdes, los azules propios
los rojinegro
los mestizos
los más constantes

Y ahora que la mortaja
ya no puede contenerte
repartido en semilla
esperanza, fibra, estandarte
vuelves
vuelves del enemigo escapado
convertido en barricada, canto, combate.

Déjame decirte
José Miguel contarte
que al fin hermano
hermano
lo lograste.